Cita Directa

Ponerle el cuerpo a la música

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Hernando Varela y Hernán Morales, alternan la dirección del conjunto de vientos y percusión durante un ensayo en el Teatro del Libertador San Martín / Fotos Clásica Córdoba

Los jóvenes directores, Hernán Morales y Hernando Varela, tuvieron la ocasión de dirigir la Banda Sinfónica de la Provincia en el cierre de un seminario de especialización a cargo del experimentado maestro Hadrian Avila Arzuza, director de la Orquesta Sinfónica de Córdoba.

Para ambos fue la primera ocasión de encontrarse frente al universo de 65 instrumentistas que forman la Banda Sinfónica de la Provincia, como culminación de un seminario iniciado por Avila Arzuza para descubrir talentos cordobeses dedicados a la dirección musical.

A raíz de esta función, Clásica Córdoba invitó a los directores a participar de un cuestionario común acerca del oficio de conducir una partitura musical. La entrevista arroja interesantes reflexiones sobre su trabajo, y los atributos para convertirse en metrónomo viviente.

Hernando Varela

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“Encuentro un disfrute muy grande en el diseño de estrategias que posibiliten a un grupo de músicos a materializar una obra, y en poner el cuerpo a disposición de la música”.

– ¿Que le atrajo de la dirección?
– La respuesta más sincera sería la siguiente: no lo sé. Comencé con la dirección coral, ya que al iniciar la licenciatura en Composición Musical (UNC) ingresé al coro de la Facultad de Artes. A los pocos años, tuve la oportunidad de quedar al frente del mismo por ocho años. Mi formación en dirección me dio la oportunidad de viajar y conocer muchos maestros, ya que aún no había una carrera formal en Córdoba sobre la materia y oportunidades como la que nos presenta Avila Arzuza no abundaban. Comencé a formarme en dirección de ensambles orientado a la «nueva música», ya que se alineaba con mis ideas compositivas.
Es difícil responder a esta pregunta cuando mis reflexiones sobre el oficio de la dirección son bien diferentes a las que tenía cuando comencé. Sí, tengo en claro que entre las dos disciplinas desarrolladas, la composición y la dirección, mi casa es la segunda.

– ¿Podría mencionar que directores considera como influyentes?
– Básicamente, son los que he tenido la oportunidad de tener como maestros. Quisiera nombrar a Zsolt Nagy, director de origen húngaro, con quien he tomado clases y acompañado en varios de sus proyectos entre los años 2008 y 2012, en Chile y Argentina. Nagy me ayudó a comprender que la técnica de la dirección no responde simplemente a un conjunto de movimientos sincronizados o metronómicos, sino a un desarrollo consciente de la comunicación gestual, de la interacción entre lo sonoro y la energía que se proyecta desde el cuerpo. Me orientó a observar, como un mínimo cambio en la propuesta gestual (en la muñeca, en la apertura de los dedos, etc.) puede generar cambios sonoros verificables; a desarrollar un trabajo consciente del manejo del peso, el impulso y la marcación de las diferentes articulaciones. Con su propuesta pude verificar cotidianamente como el ir adaptando el gesto e interactuando con la realidad sonora (de un ensayo, por ejemplo) genera ahorro de tiempo y energía, y sobre todo de saliva. Este desarrollo me llevó mucho a pensar en la interacción entre el director, el intérprete y el evento sonoro. Y en este punto conecto con la influencia, en una línea más filosófica, del pensamiento de Sergiu Celibidache; su visión fenomenológica de lo sonoro, la práctica musical y la técnica de dirección.

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“La función del director es la de crear las condiciones para que ocurran las cosas”.

– ¿Que herramientas del arte de la dirección ha adquirido en este curso?
– El curso me resultó una práctica experiencial sobre dos aspectos puntuales. Uno es el uso de la batuta, ya que venía desarrollando una técnica sin batuta que me resulta muy útil frente a ensambles más reducidos. El otro es el experimentar el peso de la banda sinfónica, que es bien diferente al de otros organismos. El repertorio de banda nos presenta exigencias a la técnica gestual diferentes a otros orgánicos. Esto, sumado a la posterior reflexión y orientación sobre estos temas junto al maestro Hadrian Avila Arzuza.

– Que cualidades debería tener un director para pararse frente a un grupo diverso y numeroso como el de una orquesta sinfónica?
– De tantas cualidades que podrían apuntarse, quisiera en este caso nombrar dos que creo son de vital importancia. Una es la capacidad de transpolar/traducir la propia sensibilidad artística e ideas musicales a indicaciones concretas y operativas, que orienten al intérprete. Por estos días, creo importante que, frente a grupos numerosos, en los ensayos se hable de lo técnico y del arte se «hable» en el concierto al compartir la música.
Por otro lado, creo importante que el director desarrolle la capacidad de volverse atento. Atento a los intérpretes con los que trabaja; atento a las posibilidades técnicas de un intérprete en un momento dado, en relación a la concentración, al cansancio, a la motivación y demás variables más allá de su capacidad intrínseca. Entiendo que esta es de las funciones más complejas del director musical ya que uno no se para frente a un grupo grande de personas para transmitir su propia idea sobre la música. La función del director es la de crear las condiciones para que ocurran las cosas. Para eso hace falta estar muy atento.

Hernán Morales

«Me atrae la posibilidad de participar de la creación de algo que antes no existía».

– ¿Que le atrajo de la dirección?
– Siempre me fascinaron los roles de los directores, en las películas, en el teatro, en la ópera y en la música. Cuando veo un programa de televisión pienso en la persona que está seleccionando las tomas de los camarógrafos. Cuando voy al teatro pienso en cómo partiendo de un guión se construye una situación dramática. En la música pasa exactamente lo mismo. Hay un texto musical a partir del cual es posible hacer una traducción sonora. De esta manera es posible ser partícipes de una creación, que va desde la imaginación del compositor hasta la interpretación musical, dando lugar a un sonido que antes no estaba ahí. Me atrae la posibilidad de participar de la creación de algo que antes no existía.

– ¿Podría mencionar qué directores considera como influyentes y porque razones?
– Admiro mucho a Leonard Bernstein, a Valery Gergiev, a Daniel Barenboim, a tantos otros. Pero los que me han influenciado de verdad han sido los directores con los que me formé y con los que me sigo formando. El primero fue Hadrian Avila Arzuza, con quien tomé cursos de dirección, clases particulares y tuve la suerte de asistirlo en óperas y conciertos sinfónicos. Luego conocí a Luis Gorelik, con quién tomé clases de dirección en la Universidad Nacional de las Artes y el Conservatorio Manuel de Falla de Buenos Aires.

«Dirigir es conducir, llevar el discurso sonoro hacia un lugar entre las tensiones y distensiones propias de la música».

– ¿Que herramientas del arte de la dirección ha adquirido en este curso?
– En lo particular, el curso de dirección me ayudó a ser más consciente de la administración de los tiempos de ensayo y de cómo ayudar a generar climas de trabajo que faciliten la tarea. Entre las cuestiones musicales, comencé a ser más consciente de cierto carácter pedagógico que tienen los ensayos; por otro lado, de la claridad y flexibilidad del gesto y la respiración musical.

– ¿Qué cualidades debería tener un director para pararse frente a un grupo diverso y numeroso como el de una orquesta sinfónica?
– Dirigir es conducir, llevar el discurso sonoro hacia un lugar entre las tensiones y distensiones propias de la música. Todos los saberes musicales se ponen en juego a la hora de la dirección, pero podríamos destacar el sentido rítmico y el absoluto control del tempo. Por el lado de las cuestiones extra musicales, la capacidad de resolver problemas y buscar alternativas frente a las dificultades es fundamental para que, ese milagro de la combinación de las frecuencias que llamamos música, nos visite una vez más.

 

 

 

 

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