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Un tenor con raíces fuertes

El timbre de una canzonetta napolitana despertó en Gustavo Porta el interés por el canto, en Carrilobo, su pueblo natal. La voz del estudiante de tornería y peón rural era familiar para sus compañeros de escuela. Con frecuencia, era invitado a cantar en los actos escolares.

Desde el momento en que Porta descubrió su vocación, en una fiesta de las colectividades en Las Varillas, contó con el apoyo de su familia para desarrollar una carrera profesional.

Dejó la vida rural y fijó residencia en la ciudad de Córdoba. Estudió en el Conservatorio Félix T. Garzón con Teresa Landin, Gerardo Casalino y Clara Rosa Yorbandi. Después estudió en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón.

Aquella voz privilegiada que cantaba a la Patria y sus prohombres, había pasado por el cedazo de la educación musical. A la distancia, es una de las voces más atildadas que nacieron en Córdoba, entre las de Luis Lima, Marcelo Alvarez, Patricia González, Marcelo Puente.

El tenor debutó en el Teatro Colón en el papel de Monostatos de La flauta mágica de Mozart. Luego hizo su presentación Córdoba en el rol de Alfredo en La traviata de Verdi, en una resonante temporada lírica que el Teatro del Libertador San Martín llevó a cabo en el año 2001.

Clásica Córdoba.- ¿Cómo puede contar su vida hasta que el canto se presenta como una disciplina?
Gustavo Porta.- Mi vida hasta que el canto apareció como opción era la de trabajar en el campo. Estudiaba en la escuela industrial en la cual terminé mis estudios con el título de técnico mecánico tornero. Ahí descubrieron que tenía dotes para el canto. Mi padre insistió para que estudiase guitarra, a él le gustan mucho el folklore y el tango. En todos los actos patrios me tocaba cantar en el patio de la escuela. Una vez un señor me escuchó y me propuso cantar para la fiesta de las colectividades en la ciudad de Las Varillas, ciudad en la que estudiaba. Fue allí donde escuché por primera vez algunas canzonettas napolitanas, y mi primer aria de ópera, cantadas por Luciano Pavarotti, Mario Lanza, Mario Del Monaco. Quedé absolutamente fascinado por el efecto que una voz podía tener en medio de melodías maravillosas. Inmediatamente, decidí que yo quería cantar y el Rotary Club de la ciudad de Las Varillas me otorgó una beca para que pudiera estudiar en el Conservatorio Provincial Félix Garzón. La persona que me ayudó con esa beca fue un señor de apellido Englander.

CC.- Supongo que el apoyo de su familia fue muy importante para abrazar la carrera artística. En algún lugar leí que especialmente su padre fue un sostén en esa decisión.
GT.- El apoyo de mi familia fue fundamental. No sólo de mi padre, mi madre, mis abuelos y mi hermano, todo el grupo familiar apoyó siempre mi decisión de seguir  adelante con la lírica, algo absolutamente nuevo en mi familia, para mí, y para la colectividad en la que vivía.

«La cultura de un país, representada en sus artes tradicionales, debería contar con el apoyo incondicional de cualquier gobierno, más allá de las ideas políticas».

CC.- ¿Qué lo determinó a viajar a Europa para continuar su carrera artística?
GT.- Fue una decisión que tomé antes de viajar, en 1999. Sabía que en Argentina mis posibilidades eran limitadas. Me interesaba Italia, la cuna de la ópera. Había contactado personas que me sugirieron con quien estudiar, donde presentarme para iniciar mi primeras pasos. Me puse metas con tiempos lógicos para poder cumplirlas y siempre dije que si ese no era mi destino, entonces volvería feliz a trabajar en mi querido campo. La pasión por el canto fue mucho más fuerte que la pasión por el campo. Hasta el día de hoy son dos cosas que van paralelas en mi vida. Cuando descanso, el campo es lo que me relaja, me hace mirar con objetividad de dónde salí, lo que hice y lo que hago. Las raíces son muy importantes, alejarnos nos hace perder el rumbo, no sólo en lo profesional, sino en lo personal, en lo humano y en la esencia de la cual cada uno de nosotros forja su propio destino.

CC.- ¿Qué encontró en los teatros europeos?
GT.- En los teatros europeos encontré organización, una planificación de la temporada lírica, diferente a lo que últimamente se vivía en Argentina. Los teatros de ópera en Alemania, Austria, España, Japón, e Italia misma, tenían temporadas realmente fabulosas. Hoy todo esto está cambiando, incluso en los Estados Unidos. Cuando los países tienen problemas económicos, los primeros recortes van a la cultura, cosa que me parece totalmente equivocada. La cultura de un país, representada en sus artes tradicionales, debería contar con el apoyo incondicional de cualquier gobierno, más allá de las ideas políticas.

Gustavo Porta y María Luján Mirabelli con la Orquesta Sinfónica y Coro Polifónico de Córdoba. Martes 29, Teatro del Libertador. Dirección general de Fernando Alvarez, preparación del coro Lucía Vallesi. Entradas: 550, 440, 330 y 165 pesos.

CC.- Ahora regresa a uno de los escenarios de su carrera artística ¿Qué sentimientos lo atraviesan?
GT.- El regreso al Teatro del Libertador me provoca una alegría inmensa, porque es volver a mis raíces. Córdoba es una de las ciudades más bellas que mis ojos hayan conocido, a ese teatro que tiene una historia muy rica, que debería ser valorizada mucho más de lo que es, por eso, por el reencuentro con muchas personas que me vieron salir, crecer y que todos estos años estuvieron presentes, siguiendo desde lejos el desarrollo de mi carrera, va a ser seguramente una noche inolvidable. Sobre todo poder devolver a la música con lo que aprendido en estos años, un poco de lo tanto que la música me ha dado.

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