ZUBIN MEHTA, el MAESTRO CAUTIVÓ a la MULTITUD

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 Uno de los más grandes directores del mundo, reveló la emoción que hay detrás de la técnica (Fotos Sergio Chalub)

Llegó el momento. La iluminación interior de la enorme sala de Orfeo Superdomo pierde intensidad, en señal de que la esperada presencia de Zubin Mehta aparecerá en el escenario; lo que así acontece, sin hacerse esperar demasiado. El aplauso algo tímido del público, que en gran cantidad asiste a la función, da la bienvenida al director musical de la Orquesta Filarmónica de Israel.

El maestro, nacido en la India el 26 de abril de 1939, lleva la música adelante con elegante ligereza, sin sobresaltos, y con señales firmes y claras. Transcurre la Obertura Carnaval, de Antonín Dvořák. Las opiniones sobre la conveniencia o no de actuar en el recinto de Orfeo van disolviéndose a medida que la función se desarrolla; cabe recordar que la vez anterior, la Filarmónica de Israel y Mehta actuaron en este mismo recinto, en el año 2009.

Con movimientos precisos y severos, Zubin Mehta parece dibujar en una pizarra transparente, cuyas formas son los sonidos, la partitura de Daphnis et Chloé, la «sinfonía coreografiada» compuesta por Maurice Ravel. El lirismo que remite a un paisaje bucólico, contrasta con la elocuencia de los pasajes más dramáticos de la partitura. El gesto de Mehta es el mismo, austero pero inflexible.

Virtuosismo y  amplitud

Luego de un intervalo, la tercera presentación de la Filarmónica de Israel ingresa a uno de sus momentos cumbre: el colosal poema sinfónico Una vida de héroe, compuesto por Ricahrd Strauss en 1898. Algunos musicólogos comentaron que esta obra tiene un carácter autobiográfico en el que Strauss expresa su lucha como artista en el afán creativo; Strauss, por su parte, dijo que aquello era «sólo parcialmente cierto». En una nota de programa para el estreno, escribió: «No era una sola figura poética o histórica, sino más bien un ideal más general y libre de gran heroísmo y viril».

En esta parte del concierto, las dos pantallas que flanquean la gran boca del escenario muestran con reiterada frecuencia la sonrisa del director hacia sus dirigidos, en señal de aprobación. Aquel hombre de apariencia adusta, se revela jovial gracias a la transmisión del circuito cerrado.

Una vida de héroe es una obra intensa, compuesta de seis secciones que se tocan sin interrupción, a lo largo de unos 45 minutos. Mehta transmite la sensación de tener el control absoluto de la obra, y su mensaje es claro.

Con el punto final, la iluminación recobra la intensidad y el público estalla en un aplauso. La sonrisa del director, intacta. A la noche le quedan tres bises, el último de ellos es Por una cabeza, de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. El «otro» clásico y popular, al que, por esa condición, Mehta Zubin llama «sin título».

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‎Cuarteto Numen

Nada le va a quitar al notable cuarteto de cuerdas el privilegio de haber estado tan cerca del célebre director y la orquesta filarmónica. El cuarteto, que forman Hernán Testa, Carolina Lorenzo, Gustavo Raspo y Eugenia Menta, tocó entre el bullicio del público que de a poco iba poblando la sala, sin prestar la merecida atención hacia una de las mejores formaciones de cámara de Córdoba. La organización, vale decir, no tuvo esa consideración hacia el crédito local, que tampoco figura en el programa de mano que se entregó a los asistentes al concierto.

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